jueves, 6 de noviembre de 2014
¿Para qué discutir?
Desde el principio de la historia, hemos fundamentado el conocimiento en la búsqueda de la verdad absoluta, de su máxima. A partir de eso, hemos ido estableciendo patrones que decimos acercarse a esa máxima y que por tanto, hay que seguirlos, o, en el caso de no hacerlo, se te considera un inculto, un idiota. La cosa es, ¿y si no ha sido nunca así? ¿Y si no hay una verdad? ¿Y si hay miles? ¿Y si no existe esa máxima? A partir de esta reflexión, a la que más de uno estará en contra —lo que respeto enormemente—, caí en la cuenta de que de ser verdad, no puede existir una confrontación por diversas opiniones. El mundo se ha creado en base a la diversidad y esa diversidad lo va a seguir moviendo hasta el final. Lo que intento decir, es que, en lugar de estar siempre vomitando rugidos a todo aquel que esté en contra de lo que se te ha enseñado como máxima, escuches. Parafraseando a... bueno, realmente no se a quién, tenemos dos orejas para escuchar el doble y una boca para hablar la mitad. En el conocimiento, en el caso de haber una máxima, ésta no puede ser cerrada ni hermética, porque los seres humanos cambiamos cada día, así como nuestras necesidades, nuestras opiniones, gustos y visiones de la realidad.
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