martes, 11 de noviembre de 2014

La coherencia y la adecuación limitan la magnánima libertad

La joven andaba distraída por un paisaje industrial y deshumanizado. Imaginando como anda distraída por paisajes bucólicos y bohemios. Trazando con su paso firme la evocación en sus pies. Observando distantes seres que rehuían sus pupilas a medida que rehuían esperanzados sus ojos para acorrálalas espontaneas contra su dinástica notabilidad. Soñando despierta con el azar y el aceite de motor se acumulaba en su tráquea. La asfixia le servía de consuelo al entrar por la puerta que llevaba buscando. Subió las escaleras a pasos absolutos, dejando atrás las incontables inapropiadas e insignificantes a la par que el regocijo bajo sus caderas. En la puerta encontró un sendero que ascendía sin llevar a ningún lugar claro por cual andaba distraída reprochándose viejos hechos inexistentes. Andaba distraída por la tierra virgen deleitándose de cada pequeña forma bajo sus pies y sobre la luz dorada que bañaba la tarde. Aterrada y cansada de dormir se esforzó por salir por la puerta pero cada pie tomaba una dirección diferente. Ella sabe que entre ella se encuentran las metas por las cual los cuatralbos se rozan gimotean alardean y esputan con evanescencia. Andando distraída sobre los mares, se le queda pequeña la tierra. Todo por la mala pata de suspenderse entre irrealidad y el complejo de metal donde se dormían entre entre las esquinas. Tras llegar al marco de la puerta no le esperaba otra cosa que un desfiladero que se desvivía por cruzar pero en él que jamás llegaría a introducirse. Arrimando un ojo podía ver el mar más triste que jamás se dignó a cruzar una mirada con ella mas ya dudaba si se dejaba hundir, sin tierra hacia la que nadar ni dorada la luz que se procuró para nunca más dejar de olvidar.

La joven andaba con el descaro que sus ojos le permitían retener tras el cristal ante las alimañas que abarrotan los mares. Preguntándose si bajo las rocas o sobre las aperturas trasnochaba su propia divinidad. Si la despreciaria por jamás llegar a emerger o si clavaría estacas en sus lóbulos. Sobre las ventanas que por conquista la integraban podía reprocharle a las luces pero siempre residiría en ella la absurda sensación de contingencia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario