jueves, 27 de noviembre de 2014

Sentí frío. Abrí los ojos, estaba en el pueblo ¿pueblo? No hay nada en mis muñecas.
"Será esto" supuse y empecé a andar "será que he llegado". Vaya un pueblo, no había un alma, pero era de noche así que tampoco me llamó mucho la atención. Había algunas luces en las ventanas, tampoco me interesó. Jugaba con los reflejos de los charcos mientras caminaba, intentando ver qué reflejaban. Recordé que, un día, de pequeño, estuve leyendo el diccionario tratando de encontrar una palabra y cuando papá me vio, me preguntó qué buscaba. "Rielar". Recordaba ese momento como si hubiera pasado siempre. "Rielar". Me había prometido que algún día escribiría un poema que tuviera esa palabra, pero para qué. Me palpé los bolsillos aun sabiendo que no encontraría un bolígrafo, quien sabe, nunca es mal momento para escribir.
Crucé la calle, miré a ambos lados, aunque no había ningún coche, ni ningún paseante nocturno. Me di cuenta entonces de que no se oía nada, tal vez no era tan raro tratándose de un pueblo, tal vez sí, no supe que pensar. Se oían las cigarras de la noche veraniega, la brisa acariciando los coches, mis pasos. Recordé aquel artículo que leí una vez sobre el silencio absoluto, dicen que si entras en una cámara insonorizada, oyes tu corazón latir y el pitido de los nervios en tus oídos, lo llaman -10 decibelios. Me sentí así, aunque no oía ningún corazón. Parecía como si la brisa y las cigarras formaran parte del ruido de mis zapatos.
Un parque, un banco. Al fin donde sentarse a esperar. Me espatarré sobre él y me quedé mirando al infinito unos segundos, luego me volví a palpar los bolsillos, realmente no me había preguntado si tenía algo en ellos. Encontré, en mi bolsillo trasero, una llave rota. Una llave normal, moderna, pero rota. Decidí tirarla al parque, a los matojos les interesaría mas que a mí, supuse.
La vi caer en la copa de un árbol, escurrirse entre sus ramas y volver a caer al suelo a lo lejos y me quedé observando el pequeño brillo que reflejaba en el suelo, pequeño como una estrella.
Y entonces sentí que debía volver a mirarme las muñecas, sin saber por qué, como si alguien me lo acabara de susurrar al oído. No había herida, pero sangraban.
Durante un instante vi la pared blanca de mi piso, el frío del suelo en la mejilla.
Pero volví al parque, me levanté, hice un movimiento brusco con el brazo para deshacerme de algo de sangre y caminé, desganado, hacia el brillo de la llave. Supuse que sí me serviría para algo.

domingo, 23 de noviembre de 2014

"Taekwondo en el primer piso" ¿en el primer piso?¿y ahí tienen sitio?
Me paré delante del cartel unos segundos, tenia la costumbre de ver artes marciales en plantas bajas, por lo general hay mas sitio en estas que no en primeros pisos ¿que clase de primer piso era para poder hacer clases de taekwondo ahí?
Bah
Pasé, Úlfur me esperaba. Un buen chaval. El tío tenía la costumbre de rascarse las heridas a penas se habían cerrado porque no le gustaba que salieran las costras. Si se encontraba alguna, se la arrancaba. Nunca le he preguntado por qué. Un vocabulario lleno de "vulgaridad bélica" como decía mi profesor de química cuando aun iba al instituto, "esa vulgaridad bélica con la que todos los jóvenes os comunicais ahora". Vete a saber a qué se refería. Úlfur no se pasa nunca, solo es su forma de hablar. Nos contó que su abuela le decía que algún día le iba a estallar la cabeza de tanta zarrapa que tenía metida.

-Eh... Hijo de la gran puta, ven aquí.

Le saludé con media sonrisa. Tenía tajos en la cara, como de costumbre. Tal vez se los hizo porque se aburría, tal vez se cayó, no le pregunté.
Me estaba mirando, o no, solo tenía los ojos en el infinito, y yo, por pura casualidad, me puse en medio de su conversación. Se giró y se puso a vomitar al lado del coche, así que fui a sentarme al banco de al lado. Me pregunto que coño le importaba al tío estar vomitando, a mí no suele importarme mucho empezar a vomitar en cualquier sitio, si hace "los putos huevos, macho" falta, la hace.
Los edificios que nos rodeaban tapaban "joder, me cago en la puta hostia" el poco ruido que aun quedaba en las calles, dando la sensación de que estábamos en algún sitio donde solo se oyen ecos de los ruidos que se producen, tal vez simplemente estábamos en ese sitio. No sé cuanto estuvo el tío vomitando, soltaba "puta mierda" entre convulsión y convulsión, yo que sé, cosas de mierda que se le iban ocurriendo. Seguramente ni se daba cuenta de lo que decía, la costumbre hace la normalidad y lo normal es invisible. Una suerte desgraciada, como "coño, joder" me gusta decir.
Busqué en mis bolsillos. Tenía un par de clips ¿por qué? Para qué coño necesitaba yo clips encima. Saqué uno y empecé a retorcerlo de cualquier manera, asegurándome "hostia puta" de poner gesto de saber lo que estaba haciendo.
¿Qué hora era?
No sabía qué coño hacer con el clip, así que decidí intentar ponerlo lo mas recto posible. Pasó una mujer por delante. 50 o 60 años. Miró a Úlf y hizo un amago de mueca de asco "que hostias pasa, joder". La mujer apretó el paso un poco al oírle. Sonreí. El jodido clip era difícil de poner recto solo con las manos, siempre quedaban pequeñas deformidades. Bah, lo dejé con las deformidades, es un puto clip. Se lo tiré a él. Le dio en la chaqueta y supongo que ni lo notó. Me pregunté si toda la zarrapa de la que su abuela hablaba salía con esos vómitos, aunque por ahora seguía con su "vulgaridad bélica" entre cada convulsión y consiguiente expulsión de "agh, coño, que mierda de sabor, joder" bilis negra ¿Ya había sacado toda la comida vomitando antes y ya estaba soltando solo bilis o empezó a vomitar directamente la bilis? Ni puta idea, debía vomitar bilis por que si o por que tenía alguna enfermedad, aunque no parecía muy febril, o si, quizá siempre parecía algo febril.
Vi el cielo naranja de la ciudad, de pequeño pensaba que era una especie de techo, ahora me importaba una mierda, algunas noches mirabas al cielo y lo veías todo simplemente negro, otras el reflejo rojizo de las nubes te daba luz suficiente para dejarte andar por un sitio sin luz a las tres de la mañana. Por eso me hacía gracia. Sea lo que sea lo que signifique eso.
Parecía que ya estaba acabando, no vomitaba pero seguía en el suelo recuperando el aliento. Puto gilipollas. Creo que vomitaba porque le hacía falta, no porque estuviera enfermo ¿Cuantas razones puede haber para vomitar? Es una pregunta retórica, me importa una mierda. Zarrapa. Él siempre estaba enfadado, o eso parecía, tal vez de pequeño estuvo enfadado durante tanto tiempo que tras unos días normalizó ese comportamiento y ahora simplemente era así ¿Puede uno enfadarse a través del vómito? Yo digo que sí. Para mí eso al menos significa algo.
A quien coño se le ocurrió hacer un banco de granito sin pulir, vaya una mierda. Al menos estaba cómodo, podría dormir en esta postura, pero no dormiría.
Me fijé en la luz de la luna detrás de las nubes, como una linterna detrás de un papel, solo un círculo de luz difuminada. Por qué coño viajaron a la luna, porque podían, supongo. Hoy en día las cosas se hacen porque se pueden hacer, y luego viene un científico a explicarte razones secundarias por las que se hace. Pero si fueron a la luna, fue solo para que otros no llegaran antes.
Úlfur se levantó y vino hacia el banco con actitud cansada. A veces se notaba su cabreo crónico simplemente en el aire, aunque no lo vieras con la mirada. O era cosa de que lo conocía bien, que mas da, supongo.

viernes, 21 de noviembre de 2014

La belleza del mundo reside en si misma.

El frío de la noche. El calor del día. Una tarde con esas personas especiales. Un amanecer solitario. El amor del animal. La animalidad del amor. Una música excitante. La respuesta del cuerpo. Esos momentos que te hacen sentir vivo. Correr sin motivo. Decir las palabras correctas en el momento debido. Que se gire la gente. Que mire. Que algo sorprendente ocurra de repente. Las palabras de un desconocido que dan a tu opinión un giro. A la mierda el que dirán.

lunes, 17 de noviembre de 2014

PABLO CABESA

https://www.facebook.com/video.php?v=10203209746980446

Diversas minimas de Abelardo Castillo sobre ser escritor

Nunca escribas que alguien tomó algo con ambas manos. Basta con escribir las manos y a veces es suficiente una sola. La gente en general tiene cara, no rostro. No asciende las escaleras, sube por ellas. No penetra a las recámaras, entra en los dormitorios. Evitarás los ventanales y sobre todo los grandes ventanales. Dicho sea de paso, las ventanas no son de cristal, son de vidrio. Lo mismo los vasos. No digas que alguien empezó a cantar o a vestirse si no estás dispuesto a que termine de hacerlo. En los libros la gente empieza a reírse o a llorar en la página 3 y da la impresión de seguir así hasta que se muere. Sé ahorrativo: si lo que viene al galope es un jinete, no hace falta el caballo. La inversa no se cumple. La palabra caballo viene misteriosamente sin jinete.
Cuidado con Borges, Kafka, Proust, Joyce, Arlt, Bernhard. Cuidado con esas prosas deslumbrantes o esos universos demasiado intensos. Se pegan a tus palabras como lapas. Esa gente no escribía así: era así. No creas en las máximas de los escritores. Tampoco en éstas. Lo que cautiva de una máxima es su brevedad; es decir, lo único que no tiene nada que ver con la verdad de una idea.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

El mal engloba el bien

El mal a pesar de ser repudiado, castigado, temido, perseguido y catalogado como fuerza antagónica al sentido de la vida se ha mantenido firme ocupando su lugar en las acciones de los hombres. El mal es solo una percepción que se enfrenta a un poder, a la tiranía del bien. Toda moral, ley, justicia o honradez se escuda en un poder que lo mantiene vigente, pues siempre será un concepto desvalorizado por sus propios aclamadores como ambiguo. Todas las tiranías e instituciones tenían el bien de su lado, cual prostituta sidosa ha servido de coartada para defender sus intereses. Mientras que el mal siempre se ha mantenido invariable y bien definido desde la percepción de cualquier ser racional. Así pues, el mal encarna la rebeldía. Instinto innato para mantener el progreso absoluto. La lucha contra toda moral y derecho individual impuesta, reivindicando una debilidad y potenciando negativamente el progreso total ante el de un colectivo. El ser corona la racionalidad cuando conquista la libertad de ejercer el mal ante un bien ambiguo.
Hoy en día, la gente que conscientes del abuso animal y de las vías alternativas de alimentación reniegan de la moral, y por cualquier motivo, ejercen su derecho a la indiferencia o a participar en el abuso, renegando de la igualdad, son la potencia que impulsa a la especie humana a no rendirse ante el veganismo, acentuando y fortaleciendo el conflicto a nivel cultural entre progresistas (a los cuales el mal radicaliza y eleva dentro de su condición) y tradicionalistas (a los que perturba y mantiene en fricción con el progreso). El fascismo a principios del siglo XX acarreó la instauración un equilibrio  y unos valores a nivel político internacional que no se habrían alcanzado de mantener una estabilidad gubernativa. A nivel más individual, un asesinato aparte de ser un acto de inmoralidad explicita, potencia los ideales del progreso o la rebeldía contra una justicia ambigua. También fortalece el bando (siguiendo el ejemplo, familia o seres en conflicto con esa maldad especifica) frustrado denunciando una debilidad y retándole a progresar.
 En cualquier valoración que queramos darle a un hecho existirá la ambigüedad en el bien y la presencia del mal. Mal como valor innato en el ser racional.
 Este desarrollo supra moral es la estructura que conforma la relación entre bien y el mal.
 Poder dogmático y rebeldía respectivamente.

martes, 11 de noviembre de 2014

La coherencia y la adecuación limitan la magnánima libertad

La joven andaba distraída por un paisaje industrial y deshumanizado. Imaginando como anda distraída por paisajes bucólicos y bohemios. Trazando con su paso firme la evocación en sus pies. Observando distantes seres que rehuían sus pupilas a medida que rehuían esperanzados sus ojos para acorrálalas espontaneas contra su dinástica notabilidad. Soñando despierta con el azar y el aceite de motor se acumulaba en su tráquea. La asfixia le servía de consuelo al entrar por la puerta que llevaba buscando. Subió las escaleras a pasos absolutos, dejando atrás las incontables inapropiadas e insignificantes a la par que el regocijo bajo sus caderas. En la puerta encontró un sendero que ascendía sin llevar a ningún lugar claro por cual andaba distraída reprochándose viejos hechos inexistentes. Andaba distraída por la tierra virgen deleitándose de cada pequeña forma bajo sus pies y sobre la luz dorada que bañaba la tarde. Aterrada y cansada de dormir se esforzó por salir por la puerta pero cada pie tomaba una dirección diferente. Ella sabe que entre ella se encuentran las metas por las cual los cuatralbos se rozan gimotean alardean y esputan con evanescencia. Andando distraída sobre los mares, se le queda pequeña la tierra. Todo por la mala pata de suspenderse entre irrealidad y el complejo de metal donde se dormían entre entre las esquinas. Tras llegar al marco de la puerta no le esperaba otra cosa que un desfiladero que se desvivía por cruzar pero en él que jamás llegaría a introducirse. Arrimando un ojo podía ver el mar más triste que jamás se dignó a cruzar una mirada con ella mas ya dudaba si se dejaba hundir, sin tierra hacia la que nadar ni dorada la luz que se procuró para nunca más dejar de olvidar.

La joven andaba con el descaro que sus ojos le permitían retener tras el cristal ante las alimañas que abarrotan los mares. Preguntándose si bajo las rocas o sobre las aperturas trasnochaba su propia divinidad. Si la despreciaria por jamás llegar a emerger o si clavaría estacas en sus lóbulos. Sobre las ventanas que por conquista la integraban podía reprocharle a las luces pero siempre residiría en ella la absurda sensación de contingencia.

lunes, 10 de noviembre de 2014

Los tres rufianes apuntaban amenazantes al joven con sus filos, presionándole cada vez más contra el pozo. “Merecerías un trato igualitario en caso de ser de la misma condición que nosotros” le increpó el más alto de los asaltantes. “¿Que me diferencia de ti? Si me quitáis la vida se os dará muerte por justicia de sharia y será vuestro propio abuso que recae sobre vosotros” Esta amenaza acerco los filos a las carnes del joven, que se esforzaba con mantener el equilibrio entre los dos peligros. “Si fueras uno de nosotros habrías perdido el sentido de la justicia tras noches sin pan y caminatas sin gota de agua, solo entre nosotros entendemos la verdadera justicia”. Al ver claras las intenciones de los agresores el joven trato de sortear el pozo saltándolo por encima, a la par que uno de los agresores agarrándole del thawb le hace perder el equilibrio. Los tres pares de ojos vieron como el joven se precipitaba al pozo y volvieron al pueblo decepcionados por no haber sacado nada  antes de deshacerse de él.

Hammad, sorprendido de no haber muerto en su estrepitosa caída, se pasó varios minutos retorciéndose de dolor sobre suelo solido hasta que sus ojos se acostumbraron a la oscuridad y los dolores fueron atenuándose. Al contrario que sus suposiciones el hoyo donde había caído no tenía la estructura de un pozo de agua, más bien la de una mina abandonada excavada en túneles laberinticos.  No sin un terrible esfuerzo y punzantes dolores por distintas extremidades  se decidió a buscar una salida. Empezó a arrastrarse por las paredes para evitar perderse en la oscuridad pensando si realmente habría una salida de aquel lugar o si habría sido demolida al abandonarlo y la única vía era un pequeño hoyo a las afueras de un remoto pueblo. Esto le recordó que posiblemente nadie vendría en su ayuda.  Su familia vivía en la ciudad alejada de aquel lugar y jamás se les ocurriría buscarle por estos parajes. La desesperación se apoderó de él y se tiró al suelo rezando a Al·là entre sollozos. Rato más tarde se empezaron a oír ligeros sonidos por uno de los conductos, y supuso que debía ser algún animal atrapado ansioso por escapar del tumulto como él. En lugar hacer su miseria menos solitaria la idea de otro ser por aquellos oscuros pasajes le aterró. Dudó si gritar para atraer la atención de lo que podría ser otra persona o si ahuyentaría un posible ultimo manjar. Ante la indecisión prefirió seguir arrastrándose lastimero por las paredes de arena sólida.

Tras una sensación de deambular sin rumbo durante horas su torso se topó con algo parecido a una roca que resultó ser un portón grabado con detalles solemnes. Volvió a sentir la esperanza en su pecho mientras trataba desesperadamente de abrirlo a pesar de su peso y desgaste. Se esforzó todo lo que sus malheridos brazos le permitían hasta empezar a mover la obertura. Pero sintió sus esfuerzos en vano al no encontrar nada más que oscuridad absoluta dentro de la cámara que había descubierto.  Agotado se arrastró hasta dentro con la esperanza de dar con lo que el lugar escondía pero no fue capaz de encontrar nada más que las paredes y unas rocas dejadas.  La esperanza se desvaneció y se limitó a lanzarse sobre la tierra a llorar pensando sobre sus riquezas, su familia y la injusticia de haber tenido que ser él quien sufriera este destino, que era un respetado mercader, por culpa de unos míseros mendigos maleantes. En ese momento se oyó una voz sobre la oscuridad. “¿Cuál es tu propósito aquí?”. Era una voz suave y lúgubre que aterró a Hammad. Refugiándose contra los muros respondió “No es voluntad mía, he sido abandonado aquí por voluntad de unos bandidos que querían arrebatarme mi riqueza, y solo añoro escapar y volver a ver la luz”.  A su respuesta le siguió un silencio que le hizo dudar de su cordura, hasta que la voz impersonal volvió a resonar “Si realmente lo deseas puedo sacarte de aquí si superas mis condiciones”. Estas palabras alegraron profundamente al desamparado Hammad, que acepto sin dudarlo.  “La primera será la promesa de que se te impide buscar venganza hacia cualquiera que consideres culpable de tus males”. Hammad insistió en que jamás buscaría tal insalubre acto. “La segunda es un pago que te impedirá volver a usar tus ojos al salir” A la que más esperanzado que asustado el hombre asintió con gusto. “La última condición será la manumisión por la cual toda hacienda sobre tu persona te será arrebatada”. Al jurar someterse a las condiciones un muro por la derecha de la esquina donde Hammad se había refugiado empezó a ceder hasta derrumbarse, dejando una diminuta entrada de luz que para Hammad supondría la libertad.  Se lanzó a escarbar exasperado en la arena, derruyendo gran parte de la sala donde se había doblegado a la aterradora voz hasta dejar atrás un lienzo de arena removida para encontrarse con el calor del sol en su piel y la oscuridad perpetua en sus ojos.

Anduvo a gatas, ciego y desnudo, gritando por auxilio y delirando sobre genios y demonios hasta que finalmente una comitiva se paró a socorrerle. Tras saciar su sed y escuchar sus delirios, vieron que a pesar de su ceguera y su demencia seguía siendo joven. Suponiendo que sería un buen trabajador le ataron las manos y se lo llevaron como esclavo a través de las dunas.

jueves, 6 de noviembre de 2014

¿Para qué discutir?

Desde el principio de la historia, hemos fundamentado el conocimiento en la búsqueda de la verdad absoluta, de su máxima. A partir de eso, hemos ido estableciendo patrones que decimos acercarse a esa máxima y que por tanto, hay que seguirlos, o, en el caso de no hacerlo, se te considera un inculto, un idiota. La cosa es, ¿y si no ha sido nunca así? ¿Y si no hay una verdad? ¿Y si hay miles? ¿Y si no existe esa máxima? A partir de esta reflexión, a la que más de uno estará en contra —lo que respeto enormemente—, caí en la cuenta de que de ser verdad, no puede existir una confrontación por diversas opiniones. El mundo se ha creado en base a la diversidad y esa diversidad lo va a seguir moviendo hasta el final. Lo que intento decir, es que, en lugar de estar siempre vomitando rugidos a todo aquel que esté en contra de lo que se te ha enseñado como máxima, escuches. Parafraseando a... bueno, realmente no se a quién, tenemos dos orejas para escuchar el doble y una boca para hablar la mitad. En el conocimiento, en el caso de haber una máxima, ésta no puede ser cerrada ni hermética, porque los seres humanos cambiamos cada día, así como nuestras necesidades, nuestras opiniones, gustos y visiones de la realidad.

Sobre el conocimiento y el cómo desarrollar tu propia opinión

La gran mayoría de las veces, cuando una discusión o un debate aflora en la cercanía de mis allegados, uno de ellos para a preguntar por mi juicio. Algunos, se limitan a asentir ante la proposición de mis argumentos cuando mi opinión es manifestada. Otros, preguntan a los anteriores el porqué de sus acciones. Y estos describen con poca exactitud el porqué lo hacen, afirmando cosas del estilo: «Es que él tiene una opinión muy propia y... eh... mucha fuerza al hablar... y... bueno, no sé, argumentos válidos.»

Desgraciadamente, son pocas las personas que describen con exactitud el porqué me cuesta tan poco criticar racionalmente las situaciones que me rodean para así crear mi propio paradigma de juicio.  Voy a intentar explicarlo.

Todas las personas en el mundo que han poseído el poder que los demás le han otorgado para decidir sobre sus vidas, han obtenido conocimiento para ello. Incluso los monarcas absolutos, recordados la gran mayoría por la historia como palurdos sin dos atisbos de sentido común, fueron educados durante toda su vida para gobernar. Obtuvieron conocimiento, aunque este no fuera el más justo. El conocimiento puede venir de muchas fuentes, pero la más común es la lectura. La diferencia entre una persona que guía a las masas y una persona que sigue a los guías, se puede medir en su nivel de conocimiento, que a su vez se puede medir directa o indirectamente en los libros que este ha leído o en los libros del mentor del mismo.

Además, la lectura no sólo te da diferentes puntos de vista (respuestas) sobre el mundo que te rodea: te formula preguntas capaces de abrir tu mente para así crear tu propio punto de vista. Los primeros libros encontrados no fueron obras fantásticas ni estudios filosóficos: fueron libros de leyes y costumbres, manuscritos que definen como primera fuente de conocimiento las cosas que una sociedad hacía en su vida cotidiana. ¡El conocimiento, a su vez, también nace en el colectivo!

En resumen: si quieres desarrollar tu propia personalidad y por lo tanto opinión, lee. Si no te gusta leer; tienes la suerte de vivir en la era de la información: mira documentales, películas o, incluso, escucha música (a poder ser, música con mensaje, no la típica música de discoteca). Y si no te gusta hacer ninguna de las cosas anteriores, escucha a las personas a las que sí e intenta debatir. Quizá aprendas algo, aunque te advierto: los otros dos caminos son más rápidos y más satisfactorios.

Felicidad, repulsión, miedo, ira, amor



Las emociones son habitualmente catalogadas como la herramientas para alcanzar el placer o incluso el sentido de la existencia, ya que nos proporcionan una sensación de seguridad ante el desconcierto de la inconsciencia, un patrón fijado desde nacimiento que te permite alcanzar regocijos que la razón de por si no puede a la vez que te mantienen alejado de lo que tu naturaleza reconoce como nocivo de cara a la perpetuación de los genes. A pesar que dentro del ocio humano se puede provocar emociones primariamente negativas por mero entretenimiento, o incluso que el arte se valga de estas para trasmitir una reflexión sobre el espectador (o sea la propia emoción la finalidad), estas pautas están ahí para causar una reacción sobre nosotros como individuos en un principio favorable. Pero llegados a cierto punto de desarrollo estas entran en conflicto con la razón, posicionando la capacidad humana sobre los instintos naturales y evidenciando esta como manipulación que es. Ignorando y sobrepasando estas nos fortalecemos de cara a cumplir los objetivos que la razón nos ofrezca, siempre condicionados por el nivel de conciencia adquirido. Pues solo una vez emancipado de las pasiones innatas se puede realmente empezar a desarrollar una apreciación por la existencia como tal.

domingo, 2 de noviembre de 2014

Sobre el arrepentimiento

Verdad de la vida: toda acción tiene sus consecuencias, buenas o malas, tarde o temprano, grandes o pequeñas... 

0. La gente discute sobre si algo es bueno o malo y por lo tanto, si debe/puede hacerse o no. 
1. Lo que mide una acción como buena o mala, es la consecuencia de esta.
2. Lo que mide una consecuencia como buena o mala, es el entorno sociocultural en que ocurre.
3. Según este entorno sociocultural, la maldad o bondad de esta consecuencia tendrá un grado diferente.
4. La gente discute ¿Vale la pena asumir la consecuencia negativa a cambio del efecto positivo?
5. La respuesta a esta pregunta decide si algo debe/puede hacerse o no.

Sencillo ¿no?
Si algo es bueno (o no demasiado malo) y lo quieres hacer, lo haces y viceversa. Sin embargo esto responde a un pensamiento racional, o al menos así está visto. Si haces algo que resulta tener mas consecuencias negativas que positivas solo porque quieres hacerlo, se considera un acto irracional.

0. Todas las cosas tendrán una parte que consideres buena y una que consideres mala
1. ¿Por qué la consecuencia es algo que a veces estás dispuesto a aceptar y que aveces no?
2. Porque el grado de esta, puede ser menor o mayor.
3. Si la parte buena es algo que quieres aunque la parte mala sea mayor, lo haces asumiendo esa mala parte.
4. Si has asumido esa consecuencia, no deberías sentirte mal por ella.

Otra vez desde un punto de vista estrictamente racional, 
Que sentido tiene no pensar lo suficiente en algo como para no ver malas consecuencias y luego arrepentirte. O que sentido tiene arrepentirte de algo que aceptaste sufrir en un principio.
Sin embargo es imposible conocer lo bueno o lo malo de la mayoría de cosas dado que muchos de los valores a tener en cuenta son cosas que no comprendemos o no sabemos.

0. Si no puedes saberlo todo sobre algo
1. No puedes valorarlo bien
2. No se puede decidir si ello es bueno o malo

Entonces, qué sentido tiene seleccionar qué hacer y qué no. Eso si, aun no conociéndolas, esas consecuencias llegarán. 
Por lo tanto, el verdadero problema no es decidir si algo debe hacerse o no en función de las consecuencias.
El verdadero problema al elegir lo que se quiere hacer, es tener siempre presente que puede haber imprevistos, consecuencias que no aceptaríamos y aceptarlos de antemano.
No hagas algo porque está bien o dejes de hacerlo porque está mal, hazlo porque tienes la opción de hacerlo y luego asume que habrá una respuesta a ello. 

Trato de explicar, que no hay heridas en el pasado que llegan hasta hoy. Qué sentido tiene sentirse mal por algo que ya ha pasado, qué sentido tiene enfadarse, compadecerse por ello.  No existen heridas en el pasado, existen cosas que hiciste y que no puedes cambiar, si no las puedes cambiar, no pienses en ellas, solo perderás el tiempo. 
Acepta que pasó y ahora forma parte de tu vida, eso es todo. El arrepentimiento es un sentimiento sin sentido.