No podrá la luna tergiversar sus ojos, infantiles y atentos. Ningún mal podrá hacer desaparecer sus perfectamente imperfectos rizos. No, nadie podrá remover sus facciones carnosas, de tez pálida que incita al baile, a la muerte, a la vida y al amor. Podría decir que la amé desde el primer suspiro que compartimos. Pero ya la amaba desde mucho antes.
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