viernes, 26 de septiembre de 2014

Cuando comprendemos nuestro conciencia como un conjunto de percepciones nos damos cuenta de lo limitado que es nuestro concepto de realidad, así pues cuando un hecho puntual sucede se le atribuye al azar, hasta el punto que el materialismo definirá la existencia como mera casualidad y no como un proceso ya que no se ha alcanzado a comprender y somos incapaces de aplicar leyes lógicas aptas a nuestro raciocinio. La probabilidad intentara esquematizar el hecho de que se sostenga una realidad y no otra aparentemente indiferente en una misma percepción, de ahí surgen teorías como las diferentes realidades todas existentes en diferentes planos, pero contrastando percepciones se llega a una verdad común que todos decidimos aceptar, solo una realidad se mantiene mientras que las demás quedan como hipótesis. La aleatoriedad pues no existe como tal, es el ser racional el que le resta valor al hecho. Cuando una persona provoca una aleatoriedad comprende el hecho como una posibilidad entre diferentes idealizaciones cuando un único y uniforme suceso ha de ocurrir. Ahí esta la base de lo que posteriormente definirán como Dios, una realidad perfectamente trazada con el único fin aparente de crear conciencia. Los religiosos que han dejado atras la personificación de Dios y lo sustituyen por la existencia escudan en esto su fe. "Si dios no está aquí no está en ningún sitio".
Cuando dentro de esta realidad idealizar otro hecho que jamás sucederá y a valorarlo mejor que el real se desprestigia uno mismo en lugar de aceptar, que conduce al progreso, mientras que idealizar a la angustia.
Si entendemos que realmente nuestra precaria percepción es fruto de una realidad sobrepuesta a la nuestra aparece la percepción de Dios como personificación de todo lo desconocido por la humanidad. Dios como un gran desconcierto que la conciencia aún no ha alcanzado. Dios como la máxima expresión de esta. Dios como un desafío a completar conjuntamente como especie, pues si algo regala la muerte es la constante vida, lo que nos permitirá tras un eterno progreso llegar a ser conscientes de lo absoluto.

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