martes, 3 de marzo de 2015

Paseo entre verbena



El bullicio de jóvenes alterados, confusos y sugestionados le contenía de manera obscena dentro de la aglomeración. Una hectárea de pura materia orgánica joven y embriagada por el alcohol (así se mantienen paralelos la indignación social y la organización). Una verdadera horda de maromos con gafas de sol bajo una noche enferma de contaminación lumínica y chorbas encasilladas voluntariamente en un tribal festival al desprecio y  a la búsqueda de la triste felicidad que las tabaqueras prometen.
El chaval andaba sin rumbo botella en mano observando el panorama. Conversaciones difuminadas e inconcretas, obsesión, posesión sexual, de vez en cuando alguna chiquilla más joven que su tanga increpaba su falsa seguridad manteniendo la mirada con todo adulto que se topase, la abundancia de policía ejerciendo su oficio mirando amenazantes pero con pasividad y sobriedad la explanada en busca de algún conflicto sobre el cual imponer su autoridad, culpando al alcohol en su capada opinión propia. (No se plantea que los aristócratas que escriben sus leyes son los mismos que venden las botellas en 3x2 en estas ocasiones) y de vez en cuando alguna persona sombría encogida mirando al suelo luchando contra su nivel de alcohol en sangre, náuseas y posible vergüenza o arrepentimiento bajo la sombra de difuminados recuerdos. La conclusión es inequívoca: Este tipo de celebraciones está enfocado tanto a nivel comercial como recreativo hacia el consumo de drogas legales (y a nivel clandestino también ilegales).

No hay salida aparente de la decadente escenografía más que dejarte atrapar por lo extravagante de la situación y dejar que la carga ambiental disminuya según el crítico juicio se va acomodando a medida que la botella va terminando su vida útil. Una vez asimilada la situación empieza la búsqueda del grupo personal del joven entre la indiferente continuidad de pasión y euforia apilada sobre la arena.

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