martes, 28 de mayo de 2019

Una mañana sin más

Las luces de parada de la estación parecían unos frívolos y modernos ojos de mosca, que miraban al frente, impasibles. La música le bajaba las pulsaciones. ¿Qué sonaba? Por el eco y la guitarra distorsionada, hubiera creído que tal vez se tratara de My Bloody Valentine. ¿Era cierto? ¿O era LSD and The Search For God? Iba a ser un día sin más, de los que no generan ningún registro sináptico en el cerebro. O quizá si. Esperaba en esos incomodos bancos de metal. ¿Vendrían con el tren siguiente? ¿O había perdido el tiempo? La foto del melocotón lo relajó. Ya se vería.

miércoles, 8 de mayo de 2019

Sobre los caballos rugidores de los guerreros Aztecas.

Los caballos rojos de los aztecas rugen, poseen esa particularidad. Rugen como condenados siendo enviados al infierno sobre cualquiera o quien quiera. Especulan que surgieron como respuesta a la cantidad de ataques de anacondas gigantes que constantemente se cernían sin piedad alguna sobre los endebles cuerpos de los potrillos, niños o ancianos. En los textos de la era precolombina hay docenas de testimonios de como rugían en ocasiones aparentemente libres de amenaza, pero donde extrañamente los presentes confiesan haber estado en situaciones emocionales adversas o tener pensamientos vengativos antes del romper el aire del animal. Aparentemente ninguna especie de caballo es tan grande ni posee la dicha capacidad bucal pues los caballos europeos son considerados ser un 10% mas pequeños en alto y ancho que el caballo rojo azteca, a pesar de no tener ninguna diferencia en la dieta o el trato que se les daban (solían usarse para la ganadería cuando no con fines bélicos). Respecto al característico color, la leyenda defiende que la sangre tiñó un potro fetal al embestir cientos de lanzas de madera de caoba el vientre de una yegua embarazada. El odio y la enfermedad concedieron al prenato ser en favor de los Dioses: nació prematuramente teñido de sangre y con más inclinaciones a la violencia de lo que suele atribuirse a un simple caballo. Sin embargo estudios recientes de la universidad de Monolith confirman que, de hecho, no pertenecen a la misma raza. A pesar de su similitud con el equus caballus corriente, el corcel rubí pertenece a la familia del Okapi, la Girafiddae. El increíble potencial de la naturaleza nunca dejara de sorprendernos en su infinitud. Fue por primera vez documentado por el colono andaluz Ramón Lazorna Dalejo en sus expediciones por el actual Perú. Sus intenciones originales no iban mas allá de hacer unos apuntes sobre las razas compartidas entre el nuevo y el viejo continente. En su escueta obra encontramos esta referencia: << Nobles corceles de pelaje carmesí [...] de la misma constitución que el caballo cordobés sino ligeramente más altivo>>. Nuestro héroe de la zoología murió antes de completar su tarea, en un desprendimiento de rocas según archivos coloniales.  Evidentemente, en su breve observación del russus equus jonhstoni no tuvo el placer de deleitarse del terrorífico rugido que tanto tiempo alarmó a las aldeas españolas, ignorantes de la increíble capacidad del cuadrúpedo. En el ámbito culinario la carne de caballo rojo azteca fue valorada durante los tiempos de exploración y expansión de las colonias, pero cerca del siglo XVIII se dejó de consumir en parte por el decrecimiento de la población del animal, en parte por las creencias del origen indígena las cuales afirmaban que producía desagradables enfermedades en la piel. Lo usaban, por el contrario, para el pastoreo debido a su imperturbabilidad o para la vanguardia de la caballería del ejercito azteca, gozando de gran prestigio y estima dentro de la guerrera cultura primitiva. Una leyenda recogida por el fraile Francisco de Zamora detalla las heroicidades de los cuadrúpedos carmesíes en las ancestrales batallas entre imperios, los cuales por su nobleza y inteligencia de origen divino, volvían junto a su jinete caído para su rescate en plena batalla, inclusive custodiando su cuerpo si el vinculo establecido entre animal y hombre era propicio. Este fenómeno podría explicarse por el hecho de que los jinetes aztecas llevaban gorros de alfalfa y el sosiego de estos seres les permitía tratar de comer el gorro del jinete al sentirlo caer de su lomo incluso en el centro de un frenesí de muerte y violencia. Los interesados en la adquisición de uno de estos guerreosos primos lejanos de la girafa se verán decepcionados al saber que su compraventa ha sido prohibida por los gobiernos sud y centroamericanos debido a que en 1965, tristemente, se incluyó al caballo rojo azteca en la lista de animales en extinción. A pesar de esto, se siguen vendiendo crías ilegalmente por redes de trafico ilegal de animales exóticos y se han encontrado varios ejemplares en Camboya y Bhutan, donde, sin duda, los liberan en un intento de escapar a la represión de las fuerzas policiales. Y para los amantes de los animales, es bien sabido del ejemplar taxidermizado en el museo de las ciencias naturales de Nueva York donde se podrá apreciar su considerable tamaño y sangriento pelaje legendario.

lunes, 6 de mayo de 2019

La era del metano que prosiguió a la era del metacrilato fue caracterizada por la desestructuracion de las funciones sociales, deteriorando prácticamente todos los aspectos de la modernidad hasta los sangrientos límites del barbarismo. La vida entre las ruinas aconteció como el desveló de la luna creciente tras la neblina como si hubiera estado esperando impasible nuestro deber para con ella. La historia fue olvidada y los sabios especulaban sobre los orígenes de los edificios cada vez más desalineados de la realidad. Habitaban las antiguamente gélidas tierras ahora de clima adecuadas para las reconstituidas practicas de agricultura de subsistencia (los animales dejaron de ser comestibles hace mucho). Las tierras templadas cercanas al acuador habían sido inundadas casi por completo. La tierra había disminuido enormemente su nivel sobre los oceanos y nuevos mares habían devorado los continentes, incomunicando las dos principales zonas habitables al norte y al sur del globo habitadas por dos mundos radicalmente opuestos e incomunicados entre sí. Este contexto dio lugar a uno de los sucesos más relevantes para la memoria humana: la extinción del hombre clásico.