martes, 20 de noviembre de 2018

Otra vez no

Esta noche me he enamorado de una prostituta que se llama Kaylena. Tiene 24 años, un cuerpo esbelto, no llega a medir metro sesenta y cinco, pelirroja teñida que no deja adivinar muy bien su color original, aunque asumo que es más oscuro que claro. Todo esto ocurría en una mansión de lujo, con paredes de mármol blanca, en la que nunca había estado antes. Se que daba al mar, porque se veía desde el ventanal, y por si fuera poco había unas palmeras altísimas. No era la única prostituta, había cinco más. Una de esas cinco era una rubia de rasgos afilados y piel cristalina que me ha dejado anonadado durante unos instantes. También me ha dejado un mal sabor de boca que se acabara yendo con el que me parecía el mas imbécil de los presentes. Pero Kaylena me ha quitado esos pensamientos rápidamente. Justo al iniciar la conversación reparo en que me había salido su perfil en Tinder y se lo enseño. Es así como descubrí su edad. Y su increíble cuerpo, pues la ultima foto dejaba entrever sus pechos desnudos. Ella se ríe y nos besamos. Sabía que era prostituta, pero no era negra, como había prometido mi padre cuando íbamos en la furgoneta negra que veía desde fuera. Supongo que suena racista, pero nunca me han gustado en exceso los rasgos africanos, supongo que es cultural, o racismo interiorizado, pero por mucho que lo racionalice no va a cambiar. Cuando empezamos a mantener relaciones sexuales nos da un poco igual que sea delante de todos, ellos también están ocupados en sus tareas. Hay un momento que me hace dudar de mi capacidad, pero vuelvo en mi, y consigo frenar el final pensando en Ezreal Pulso de Fuego. Es entonces cuando nos coordinamos. Y empieza a aumentar la intensidad, empezamos a volvernos uno, las pulsaciones se aceleran, nuestros rostros se acercan, nos estamos fundiendo y suena el despertador.

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