Noches sin contenido alguno, de gastar un dinero que preferirías no gastar, yendo a una fiesta a la que crees que quieres ir, hablando con gente que te da igual o que te importó en su día y ya no, todo con una meta en mente, salir de la monotonía y de la mediocridad. Ese momento de aislamiento, que te vuelve triste y observador. Es entonces cuando sucede. ¿Que soy? ¿Que he sido? ¿Seré lo que quiero ser?
Y cuando una experiencia que iba a ser positiva no lo es, ¿aprendes realmente algo? ¿O solo te vuelves más estoico, aceptando tu destino a regañadientes una vez más?
Te aferras a algo, muchas veces remoto, y decides seguir, porque una vez no te sentiste así. ¿Volverá? —Seguro— te dices. ¿Cuándo? Y se hizo el silencio.
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