Mis dedos recorren las teclas, dibujando en el monitor caracteres que aparentemente sin sentido, crean historias. Iluminado por la tenue luz del arte, los reflejos de mis dedos en las paredes se asemejan a los fluidos movimientos de un bailarín de ballet, a los ojos chispeantes de satisfacción de una estatua humana al recibir una moneda, a los firmes pies de joven circense sobre la cuerda floja. Mis dedos crean besos de escarcha, parajes infinitos, noches malditas y llamas de frío incandescente que entretienen a los más incautos. No cambio la quejumbrosa luz del arte por la brillante luz de la ciencia al igual que no cambiaría a Benedetti por cualquier científico, por inteligentísimo que fuese. Sin saber sobre que escribo, sin saber el porqué lo hago, sin saber si por ello me moriré o no de hambre: soy escritor, soy artista y nada puede cambiarme.
jueves, 30 de octubre de 2014
jueves, 2 de octubre de 2014
El desarrollo de nuestra limitada realidad ha dado lugar a
un proceso hacia la conciencia de esta como único objetivo comprensible. Así
pues la evolución lógica se trata de la expansión indefinida hacia la
incomprensión del universo. Este proceso se realizaría pues sobre la forma de
vida que consiga coronar este proceso. Dadas las absurdas (entendiendo por
absurdo lo inconcebible por la subdesenvolupada conciencia humana) dimensiones
y las probabilidades de fracasar y caer en las ruinas universales (las que
trataré posteriormente) este proceso está vigente en una absurda cantidad de
lugares puntuales donde se ha o se está produciendo este proceso. Una vez
llegados a la asimilación de este proceso por parte de la conciencia colectiva
se deja a un lado las diferencias culturales que disgregan para recorrer la vía
que se nos está señalando. Este proceso es el desarrollo lógico de todas las
culturas, religiones y poderes para conseguir un progreso total que permita un
ilimitado desarrollo. Este proceso implicaría el uso óptimo de los recursos de
nuestro planeta natal y de los venideros, dejando atrás el consumo desacerbado
con fines banales, véase el gasto de energía y recursos naturales de una sola
cadena de comida rápida hoy en día, que trata de justificar ese descontrolado y
inconsciente desperdicio con fines puramente individuales (alejando al
individuo de su naturaleza) cuando podría suponer nuestro fin como especie.
Pero un fin nunca llega a tal si entendemos el desarrollo
total como fin absoluto de la realidad, que permitiría tras el paso de absurdas
cantidades de tiempo, una recopilación y asimilación absoluta de las culturas
sobre lo absurdamente concebible. Así pues la mayoría de hechos llegaran a ser
catalogados por un conocimiento supremo, haciendo de los factores externos e
internos de nuestra especie como ruinas destinadas a ser reconocidas por una
conciencia, pues este es el único fin concebible de nuestra realidad.
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